La nuevas técnicas de detección de la Legionella han supuesto un avance considerable dentro del ámbito de la salvaguarda de la salud pública. En este artículo, hablaremos sobre la Legionella y cómo puede ayudar a nuestro sistema sanitario el hecho de poder detectarla rápidamente.
¿Qué es la Legionella?
Se trata de una bacteria con forma de bacilo que habita en aguas superficiales, proliferando en aguas estancadas. Puede sobrevivir a diferentes temperaturas, multiplicándose activamente entre 20ºC y 45ºC, y en depósitos que contengan materia orgánica.
Estas bacterias pueden ocasionarnos graves problemas de salud si entramos en contacto con ellas. No debemos olvidar que es bastante sencillo situarse cerca de un foco de infección sin ser conscientes de ello.
La infección por Legionella, denominada legionelosis, puede ocasionar un cuadro grave de salud (fundamentalmente en pacientes inmunodeprimidos), llegando a producir la muerte de entre un 20 y un 25 % de los pacientes que la contraen. Presenta dos formas clínicas fundamentales: La denominada fiebre de Pontiac (con una clínica leve), y una neumoníacuyos principales síntomas son fiebre elevada, dolor muscular y articular, dificultad respiratoria y rigidez.
Los métodos rápidos de detección de la Legionella, necesarios para su prevención
El principal problema que nos encontrábamos hasta ahora era la gran cantidad de tiempo que pasaba desde la toma de una prueba en un lugar potencialmente contaminado hasta la obtención de los resultados. De hecho, podían transcurrir hasta 15 días, lo cual ralentizaba considerablemente los tratamientos del área y de las personas afectadas.
A pesar de la importancia de la prevención contra este problema de salud pública resulta inevitable que, en determinados entornos, llegue a propagarse.
Actualmente contamos con numerosos métodos de detección, pero el método oficial (indicado en el Real Decreto 865/2003) es el de la Norma ISO 11731: Este método se basa en la filtración inicial de la muestra de agua para posteriormente dejar crecer la bacteria de forma controlada en un medio de cultivo específico. Gracias a este proceso, podemos aislar la muestra y analizarla con mayor profundidad. La incubación debe realizarse entre 10 y 15 días en una estufa de cultivos a 36º C.
Este método resulta eficaz, aunque demasiado lento, lo que puede resultar peligroso de cara la salud pública. Por ello, es muy importante mejorar y agilizar las técnicas utilizadas para la detección de la Legionella.
Hoy en día, a través de pruebas como la denominada PCR (reacción en cadena de la polimerasa), podemos saber si un entorno está contaminado en tan solo 24 horas. Este sistema se basa en la extracción y el aislamiento del ADN de las células para, de este modo, analizar sus características de forma pormenorizada y en mucho menos tiempo.
Aunque la correcta detección de Legionella debe recaer en manos de expertos, toda la ciudadanía ha de adoptar los correspondientes hábitos de higiene que nos ayuden a reducir la propagación de bacterias y virus potencialmente nocivos. Debemos seguir los protocolos de prevención e intervención y, en la medida de lo posible, mantener la pulcritud del entorno.